Sensibilidad no es sensiblería. Es la capacidad de apreciación de lo bello a través de patrones formados en las diversas variantes de la cultura y decantados por la elaboración personal. Es perceptibilidad, receptividad, capacidad emotiva controlada por la educación y el temperamento. Poco nos dice una pintura mientras no hayamos estudiado la historia del arte. Ni una obra musical mientras no sepamos de qué se trata.
La prisa lleva maravilla y lleva error
pero viajamos sobre rueda encabritada he despertado en el ojo del ciclón cuento millones de agujeros en el alma. ¿Se han puesto a analizar lo difícil que resulta expresar los sentimientos en una cuartilla? Lo realmente interesante que se puede derivar de la pregunta anterior es la segunda interrogante lógica: ¿Somos conscientes de que es necesario expresarlos?.
Pues sí, queridos amigos, es totalmente necesario expresarlos. El escritor de montón se limita al sentido de la vista, nos relata una aglomeración de imágenes sucesivas que van hilvanando la historia. Hablamos del escritor sordomudo, el que cuando escribe se olvida que las personas reaccionan a estímulos que se convierten sensaciones, las cuales provocan emociones que se traducen en sentimientos. Las sensaciones las experimentamos a flor de piel, las emociones se entretejen en nuestro cerebro, mientras que los sentimientos emergen del alma. Todo esto se dice muy sencillo, pero la verdad es que resulta una tarea titánica expresar nuestros sentimientos mientras escribimos, más debido a que desde pequeños se nos ha enseñado a ocultarlos. Seamos conscientes de que el escritor de madera se limita a decir: “estaba muy alegre esa tarde”, mientras que el artista pone a su personaje a dar pasitos de baile con el cuello de la camisa levantado. En fin, ninguno de nosotros es ajeno a los sentimientos, y el lector tiende a identificarse y contagiarse con el estado anímico del autor. No basta con “sentir”, es necesario saber plasmarlo en el papel. No se trata de explicar los sentimientos, sino de que la persona que nos lee, experimente hasta en su última fibra nerviosa lo que estamos tratando de transmitir. Maikel Nieves Todo escritor tiene su estilo, y el mismo se va moldeando a través de los años y la práctica. Si bien se dice que un estilo maduro identifica al autor a millas de distancia, sucede que cuando se comienza a recorrer dicho camino, se van adoptando técnicas y estilos que no son los más adecuados.
Uno de los estilos que casi todos los escritores suelen tomar prestados en alguna etapa es el asertivo, el cual se apoya de manera continua en la afirmación. Obviamente, dicho estilo llega a convertirse en un obstáculo para la naturalidad de la prosa ya que la misma siempre está cargada de matices. Con el estilo asertivo se pierde toda la subjetividad y las emociones del emisor, el mismo lo podemos encontrar en noticias del periódico y manuales técnicos, pero no funciona a la hora de crear arte con la pluma. Es necesario conocerlo para poder percatarnos cuando lo estamos usando y poder irnos desprendiendo paulatinamente de este lastre. Una de las técnicas que funcionan en este sentido, es el uso de los modalizadores, los cuales cumplen con la función de restar peso a los enunciados rotundos. Entre los modalizadores podemos encontrar: · Tal vez · Casi · Quizá · Algunas veces · En cierto modo · Algo · Un poco · En parte · Podría ser En fin, si usted desea estar toda la vida redactando la columna de un periódico informativo, no le preste mucha atención a este breve artículo. Si desea perfeccionar su prosa y convertirla en arte, tenga en cuenta que el estilo asertivo puede estarle esperando a la vuelta de la cuartilla. |
Maikel Nieves CruzWrite something about yourself. No need to be fancy, just an overview. Archivo
Marzo 2015
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