"El alma trémula y sola
padece al anochecer:
hay baile; vamos a ver
la bailarina española"
Esta semana les quiero compartir una obra de arte del padre del modernismo latinoamericano: José Martí. El mismo es nombrado "el apóstol" de la independencia de Cuba por su incansable labor contra el colonialismo español. Él fue el primero que advirtió el problema que representaban los Estados Unidos para Cuba en aquel entonces. El hombre tenía razón, pero esa es otra historia.
El asunto es que hace un par de horas estaba leyendo parte de una recopilación de sus poemas y cuando llegué a "La bailarina española", preferí buscarlo en la red para escucharlo. Encontré una exquisita versión musicalizada por una española. Al terminar me percaté de que no había escuchado cuatro específicos versos del poema:
"Han hecho bien en quitar
El banderín de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar."
Debieron acercarse un poco más a los libros antes de cortarle las orejas a una obra de arte. Los versos cercenados no son ofensivos, simplemente reflejan el sentir de muchos cubanos que vivieron aquellos tiempos de colonialismo. Hoy la realidad es completamente diferente y la humanidad ha perdonado o parcialmente olvidado la mayoría de las atrocidades que, para variar, ella misma ha cometido.
Les dejo las dos versiones para que las disfruten.
La bailarina española
El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española.
Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.
Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega;
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.
Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiera un sombrero!
Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.
Preludian, bajan la luz,
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.
Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombro la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.
Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.
Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.
Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.
El cuerpo cede y ondea;
La boca abierta provoca;
Es una rosa la boca;
Lentamente taconea.
Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro...
Baila muy bien la española,
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca, a un rincón
El alma trémula y sola!
Enlace para escuchar el poema (versión completa):